A 59 años del cataclismo en el Sur de Chile
Recientemente se ha cumplido 59 años del terremoto más grande de la historia, desde que se tiene registro, y por tanto cabe preguntarse si las lecciones que nos ha dado la naturaleza han sido asimiladas del todo y si se han llevado acciones a la práctica. Chile es un país altamente sísmico, y esto ocurre […]
Recientemente se ha cumplido 59 años del terremoto más grande de la historia, desde que se tiene registro, y por tanto cabe preguntarse si las lecciones que nos ha dado la naturaleza han sido asimiladas del todo y si se han llevado acciones a la práctica.
Chile es un país altamente sísmico, y esto ocurre debido a un proceso de subducción, el cual se presenta principalmente en la línea de la costa, entre la placa oceánica de Nazca y la placa Continental Sudamericana. Del mismo modo, en el extremo sur, la placa Sudamericana se desliza con respecto al segmento más austral del océano Pacífico o placa Antártica, y es precisamente en zonas de subducción de placas donde se han generado los terremotos más grandes.
Respecto a nuestra realidad local, Valdivia fue una de las ciudades más afectadas en el terremoto del 22 de mayo de 1960, es la ciudad donde se registró la intensidad récord de XI a XII en Escala de Mercalli y 9,5 en Magnitud de momentos (Mw). Es el mayor movimiento telúrico registrado en el mundo desde que se tiene registro, y significó la perdida de alrededor de 2.000 personas, dejando a su vez a más de 2 millones de personas damnificadas. Igualmente afectó a gran parte del mundo, debido a que provocó un tsunami que recorrió el Océano Pacifico, alcanzando a Hawái y Japón.
Si bien, aún en la actualidad no se puede predecir un evento sísmico, ni su localización, ni su magnitud, estadísticamente se podría determinar una probabilidad de ocurrencia, que vendría a representar, como factor relevante, el peligro o amenaza sísmica.
También es relevante considerar el concepto de vulnerabilidad, ambas variables permiten determinar el riesgo sísmico por lo que, al considerar la variable amenaza como una constante, resulta que ha mayor vulnerabilidad el riesgo también aumenta.
Es por lo anterior que la infraestructura en Chile debiera propender a una mayor calidad, mayor exigencia normativa, una mejor planificación urbana y una gestión integral de los usuarios y agentes directos de esta infraestructura, para enfrentar de mejor manera eventos de esta naturaleza.
Después del terremoto 27 F, también de los de mayor magnitud a nivel mundial, se gestionaron algunas mejoras como la nueva clasificación de los tipos de suelos, además de hacer exigibles estudios adicionales para evaluar la calidad del mismo. No obstante aún, las condiciones de los edificios vitales mantienen su estándar (ejemplo hospitales, cuarteles de bomberos), y lo mismo que los puentes, que requieren conservación oportuna y revisión constante. Este tipo de infraestructura en un terremoto de magnitud no puede fallar, nunca.
La gestión integral sigue manifestando ciertas debilidades, la planificación urbana no ha estado a la altura de los riesgos de este tipo, planes reguladores están desactualizados o en algunos casos inexistentes, se construyen viviendas sobre humedales, en laderas de cerros, y se insiste en la construcción habitacional en bordes costeros, estas acciones mantienen el estado de vulnerabilidad de la población.
Si bien, la infraestructura en Chile ha evolucionado adecuadamente en algunos aspectos, principalmente en la ingeniería y construcción, ya que se ha fortalecido la normativa, han aumentado las exigencias antisísmicas (disipadores por ejemplo) y se ha aumentado la fiscalización, la gestión pública y privada se ha quedado atrás en gestión integral, y por eso es bueno recordar que eventos tan desastrosos ocurren cada cierto tiempo en nuestro país.
La naturaleza nos va seguir poniendo a prueba con nuevos desafíos, eventos sísmicos seguirán ocurriendo y otros fenómenos derivados del cambio climático, por lo que la educación para enfrentar desastres es fundamental para evitar pérdidas humanas y materiales, así como fortalecer la vinculación con centros de investigación y universidades, y poner énfasis en el cuidado de la infraestructura patrimonial, ya que no sólo poseen un innegable valor económico, sino que también nos permite mantener la memoria y verificar los efectos derivados de las acciones antropogénicas y de la propia naturaleza, a través de los años.