Camino Corral – Valdivia: ¿Qué nos queda?
Ya está asimilado por la población lo largo y engorroso que resultan las distintas fases para implementar proyectos de infraestructura pública, y junto con ello, finalizar un largo esfuerzo de estudios, análisis de factibilidad, diseños y construcciones, que generalmente son de muy alto presupuesto, y que son recursos que necesariamente deben ser provistos por los […]
Ya está asimilado por la población lo largo y engorroso que resultan las distintas fases para implementar proyectos de infraestructura pública, y junto con ello, finalizar un largo esfuerzo de estudios, análisis de factibilidad, diseños y construcciones, que generalmente son de muy alto presupuesto, y que son recursos que necesariamente deben ser provistos por los gobiernos del nivel central.
Lo que no está tan asimilado, aparentemente por parte de los gobiernos, es que los proyectos de infraestructura pública deben ser política de Estado, y uno de los tantos proyectos que se encuentra en esta condición es el proyecto de conectividad Corral – Valdivia.
Conceptualizada como una ruta de alto estándar, inició sus estudios de prefactibilidad el año 2009, resultando viable la propuesta de pavimentar la actual ruta T 400, viniendo desde Corral en aproximadamente 28 km., para pasar a la península San Ramón y luego a la proyección de la calle Schneider en Valdivia, por medio de sendos puentes ubicados en los ríos Futa y Angachilla (esta propuesta contempló además la reposición de 9 puentes en la ruta existente).
Finalizada esta fase se inicia el estudio de ingeniería el año 2013, que entregó como resultado un alto costo en los puentes nuevos de acceso a la península y que hacía inviable la propuesta inicial o, al menos, obligaba a replantear los beneficios, y como consecuencia de ello postergar el momento óptimo de la inversión a plazos que irían más allá de lo esperado.
Enfrentada a esta coyuntura el año 2016, en acuerdo con el Municipio de Corral, el MOP (servicio responsable del proyecto) propone al nivel central dividir la iniciativa en dos partes: mantener el proyecto de pavimentación, en los mismos estándares del diseño, hasta el sector de Tres Bocas- Futa (tramo 1), y dejar pendiente o reevaluar la continuidad de trazar la ruta por la Península San Ramón. En intertanto, dado que no estaba contemplado en el proyecto macro, se pavimentó, en estándares básicos, la ruta conexión 206 con sector Futa (11 km).
La propuesta fue aceptada, lo que hizo posible rentabilizar el tramo 1, la reposición del puente existente en Futa (actualmente en diseño), y gestionar recursos para el proceso expropiatorio de la Ruta T 400, instancia clave previo a iniciar la ejecución material de un proyecto.
Todas estas gestiones tienen en común que, independiente de los gobiernos de turno, se mantiene una secuencia ordenada de los procesos de construcción de una obra pública, que permite enfrentar las problemáticas con soluciones abordables y prácticas, sin perder de vista el objetivo de largo plazo.
Actualmente este anhelado proyecto tiene las condiciones para comenzar su ejecución material, con presupuesto asignado y recursos para expropiaciones, así como estudios adicionales necesarios para lograr la rentabilidad exigida.
Es necesario que los gobiernos de turno asimilen que los proyectos de obras públicas son política de estado, con participación activa de los gobiernos regionales, comunales y la sociedad civil, no sólo porque esta continuidad optimizaría los tiempos de ejecución de estos proyectos, sino porque no se seguiría postergando el bienestar de nuestros habitantes, principalmente en los territorios más rezagados.